sábado, 3 de abril de 2021

vida negra

Los años han pasado, el tiempo, ineludible, extraño, a veces olvidado, pasa, aunque realmente no exista, decidimos designarlo, comprometernos con su estructura, adaptarnos a sus etapas.
Yo ya tengo muchos años, no suenan como tantos cuando la gente los escucha, pero yo siento que el peso ya es suficiente, como escribió Caicedo, "yo muero porque ya para cumplir 24 años soy un anacronismo y un sinsentido, y porque desde que cumplí 21 vengo sin entender el mundo". Vivo en casas de otros, bailo en casas de otros, escribo en casa de otros, y no sé si algún día tenga la mía, un lugar pequeño y básico para escribirme a mí misma, para jugar con quien amo, para servirnos té y recitar poemas, para sentir la protección que tanto me falta, el amor incondicional que él me brinda, y que no puedo aprovechar a concho. Aquí no me siento amada, siento que cada día crece un sentimiento abismal que es el resultado de la falta de compresión, de respeto. No hay empatia por lo que pueda sentir el otro, y siempre soy yo quien tiene que agachar la cabeza y aceptar actos que llegan a ser obscenos y egoístas. 
Mientras lloro, en un silencio que solo rompen los ladridos de los perros de la calle, busco calma en aquella imagen, de ventanas con gatos y plantas verdes, de teteras que sueltan de forma paulatina el aroma a te verde, de libros y libros y libros amontonados que leeriamos, a veces solos, a veces juntos, del sexo que significaría sólo bienestar, nunca un acto de traición, de egoísmo ni de falsedad, sino que una melodía, basada en el consentimiento y la igualdad, como si fuera incluso una pancarta política, como si el sentir placer llevara implícito un manifiesto de mi feminismo y de su aprendizaje. El llanto va cediendo, pero mañana será lo mismo, y pasado mañana también. ¿cómo podré escapar? Reitero ¿qué haré con el miedo? ¿qué haré con la vida demostrándome que mi suerte no existe?
Me tengo que autoabrir la jaula, pa' volar como pájaro.