lunes, 22 de febrero de 2021

En memoria de los perros

Tengo suficientes años como para llorar si es preciso. Antes no podía, alzaba mi cabeza hacia el cielo intentando que el agua que inundara mis pupilas no cayera nunca. Caer, aquel símbolo de tristeza, de indefensión, me provocaba un rechazo absoluto, tanto así que me jactaba de ser alguien que no lloraba, y es verdad, no lo hacía. La mayoría de los adolescentes viven envueltos en lágrimas, por el clima, por el amor, por los exámenes, por la familia. Yo en cambio viví disociada por mucho tiempo, formando relaciones que pensaba duraderas, abriéndome de la manera que considera correcta, y juzgando otras formas de sentir. Esta no es mi historia de vida, no tengo años suficientes como para escribirme, pero estoy comenzando a mirar las marcas desde afuera, a repensar lo vivido y lo dañado, a reflexionar sobre si es factible unir lo desunido, parchar lo roto, acariciar el lado arisco de mi propia personalidad.