domingo, 21 de abril de 2019

Escribo por la pena II

La jaula se ha vuelto pájaro y se ha volado.
Qué haré con el miedo
Qué haré con el miedo.


Sentía en cada poro la desilusión. Un huracán en el cuerpo, un tiempo malo pasando por los ojos y la frente, inundando la cabeza de dolores profusos que nacen de huesos que ya no funcionan bien, que dejaron de ser nuevos hace ya tantos años, y que se llevaron la carga más pesada, luchando todos los días contra nervios que solo quieren morir, que quieren apretar este cuerpo hasta hacerlo polvo, hasta desaparecerlo, apretar sus huesos, hasta una autodestrucción programada para unos años, en donde todo se convierta en peso, y nada en descanso. Y la mente trabaje a la par, y nos diga en los oídos que ya no podemos, que tenemos que deshacernos de la angustia o deshacernos de nuestro cuerpo, y volar. Aún no me pasa, aún no siento el estallido, el golpe en la puerta que no acaba, el toctoc desafiante que espera que saquemos la llave, que nos tiremos al vacío. Yo y muchas otras. Las que nos mordemos las uñas y los labios, las que sentimos dentro de cualquier habitación, y en cualquier contexto la calidez amarga en el cuerpo, la desesperación que oprime el estómago cuando pensamos que quizás nada tiene solución, que vamos a morirnos, que vamos a ser esa persona que tiene un problema imposible, que ya nada va a servir, que no quedará ni un céntimo de la sonrisa que me acompaño por tantos años y que hoy día casi no veo.