viernes, 22 de marzo de 2019

Escribo por la pena I

Sentí las calles altas cuando la micro cruzó, las miré de reojo deseando que disminuyera la velocidad y recordé un momento seguramente inventado, subiendo en dirección al cerro, utilizando mi vereda, que más arriba ya no es mía y se transforma en una extraña fascinación, en una obsesión por necesitar recordar, por saber qué ocasión fue real, y cual fue solo alguna reminiscencia de un sueño. Y en esos sentimientos, me veo pequeña, comprando un labial por meses anhelado, en una tienda fantasma a pasos de casa de mi abuela, y sigo sin saber si fue real, y me enredo en esto como si de eso se tratara la vida para no pensar en las memorias que estoy creando ahora, en la angustia inamovible que cargo conmigo en la micro, y la soledad que tantas veces necesito. Pero verdaderamente no quiero sentirme sola, no quiero volver a las tardes que tanto amé, pero en las que ahora me observo tan lejana y sin propósito, quiero no sentirme. 

Y luego viene también la culpa mientras la mitad de mi alma se eleva en esa mujer que sube en dirección al cerro, que quiere volver a mirar esas calles cercanas pero desconocidas, y yo en realidad sólo realizo la común acción de bajar de la micro, extender mis piernas, y rogar porque nadie me vea entrar, porque pueda acceder a mi tristeza, y menos aún interrogarla.