sábado, 22 de agosto de 2015

Ebria de un aire tóxico
que termina en llamaradas
que sirven de recordatorio, ¿Qué fue la vida, qué fue? meterse dentro del cuadro y tenderse en el trigo seco, sintiendo el aire cálido, pero el paisaje siniestro de la vida muerta, del no-espacio y salirse a veces para pedir amor, porque poseía lunas complicadas, no una, sino muchas, a veces cáncer llorando de emoción, otras escorpión ardiendo de asco, pero siempre hambrienta/hambriento del (cariño-pausa) del (cariño-dolor) temiendo siempre la vuelta a casa, el remolino de alas que termina azotando tan fuerte ahí afuera, por eso prefiere quedar acá, preso de otra cosa que no sea acuarela, pincel e imaginación, preso de una rabia sucinta, pero de emociones fuertes, con aire tibio, sin falsa modestia de artista principiante, entregado por completo a la muerte inerte, tiñendo las vibraciones con algo más cómodo, por eso olvida vivir, por eso no podemos explicar el cuadro siniestro y terminamos, inevitablemente y con miserable resistencia, decidiendo morir.