viernes, 23 de junio de 2017

Estrés 2

La mañana me provocaba espasmos, el clima desabrido, mezcla de viento helado y más tarde un calor sofocante me impedían poner ideas en un orden adecuado. Mis pantalones habían sido arremangados y buscaba formas de des-abrigarme cuando recordé el árbol, pensaba cuánto podía vivir y cuánto podríamos vivir nosotros. Se acercó a mí también a esta hora, en invierno, una bufanda cruzaba su cuello y no me dejaba observar su alma. Sus ojos, se permitieron mirar los míos por una leve fracción de segundos para decirme que era desperdicio, que no lo merecía, que mi falta de empatía y egoísmo había acabado con todo su mundo, y yo mirando mis manos, sabiendo que mentía y entendiendo que el árbol caería mucho antes que yo, apretaba mis dientes deseando el cambio de siglo, de corriente, el fin de la modernidad de sus palabras, de su patética intención de alejarme, como si ya no estuviera lo suficientemente distanciada, como si sus muecas me importaran. La cobardía no es asunto mío como dice Silvio, y su empalagoso adiós me asfixiaba, el aire ennegrecido y su adiós nada más que gas, adormeciendome las venas, pobrecito, si entendiera que ya me he ido, que estoy tomando la B14 camino a casa y que nunca nunca, nunca nunca me había sentido tan verano frío, tan agotada después de correr, tan entusiasmada por el regalito.