lunes, 30 de junio de 2014

Juicios

Quemémoslo todo dice Juan, cuando la aspirina es el ritual de todos los días, presencia equivocada, lugares errados, una que otra cosa que escapa, que parece que las manos se mueven solas, o todo es arrastrado por duendes, fantasmas, algún espectro de todos los que hemos inventado o quizás soñado, quémenlo todo, porque yo no me atrevo al fuego, no me atrevo a la llaga, ni menos al juicio que me hace la culpa. No sé, no me pregunten ni lluvia ni primavera ni blanco ni negro ni bueno ni malo. Crisis de sinapsis, se  piensa lo que no se debe pensar, pájaro muerto en jaula ajena, aunque jaula propia no tiene igual, que me corten las alas mis propios peros -sucedáneos de este ir y venir entre puedo o no puedo (fuego)- y no me atrevo a la combustión, a la literatura, que tambalean y chocan cerca de las escamas en que se convirtieron mis cabellos, pero qué mejor que peinetita de oro, jaula platinada y con brillantina, falsa tranquilidad de conformismo, de piscis que no es leo, que leo no entiende, que leo -por suerte- no va a aceptar.