miércoles, 7 de marzo de 2012

pasado es pasado.


Golpeó la puerta como si los dedos se le fueran a partir con cada golpe, no quería pero estaba ahí. Tan triste. Con cada sorbo de tiempo agachaba la cabeza para recordar que no tenía nada por lo que sonreír, para recordar que en un lado del camino había dejado la esperanza, y ahora estaba ahí de nuevo, frente a su infancia y a lo que vivió, volviendo, y a él no le gustaba volver a nada, aún menos cabizbajo. La puerta era del mismo color café y sus padres no estaban, nunca estaban, se desenvolvían fuera de la casa por alguna razón. Sólo estaban en algún recuerdo agotado o en algún sueño de esos en que él los podía abrazar y ayudar, algo que en la realidad nunca dejaron que ocurriera. Recordó cuando se fue, mientras apretaba los dedos contra la maleta, recordó las peleas, recordó la amargura de su madre y lo irritable que era su padre. Recordó y al recordar sintió como el centro de la cabeza le comenzaba a doler, de nuevo ese dolor profundo y a la vez vació, ese dolor sordo, repulsivo, que llega hasta el estómago, y cesaba a ratos paro luego volver con más fuerza, sentía ese dolor, hasta que inconscientemente recordó algo que lo sacó del abismo, que lo despejó un poco del pasado, después de todo el pasado es eso, sólo pasado, recordó su salvación, recordó algo bueno, recordó la dirección de un amigo.