jueves, 8 de septiembre de 2011

no sirve cerrar los ojos y hacer como que nada pasa.

Son las máscaras más siniestras de la vida diaria y del país, se pasean de un lugar a otro fingiendo que son personas saludables, personas digas, espectaculares y sencillas, cuando no son más que "una cara bonita con un discurso vendible". Lo digo porque me da asco prender la tele y ver como la mierda que dan es la que come a diario la madre trabajadora, el papá soltero o los abuelitos fachos. Esa mierda que les lava la cabeza diciéndoles que hacer, cómo actuar, cómo pensar. "Pensar es gratis" cualquiera puede hacerlo y no necesariamente pensar lo que te mandan, tener algo propio, una opinión personal sin ningún tipo de influencia. Hoy, jueves ocho de septiembre me colericé con tanta idiotez, me enfermé con tanta mentira y tiré el televisor a la basura, porque me cansé de su subjetividad, de su tendencia a "el gobierno siempre tiene la razón"  a esa idea de criminalizar el movimiento estudiantil y denigrar cada protesta, pacífica o violenta de parte de estudiantes, miles de estudiantes que están pidiendo que su futuro no se venda. Me cansé de escuchar a mi mamá contando que debe plata, que las tiendas la engañan, que cuando se jubile recibirá 30 mil pesos cuando la AFP ha ganado miles de millones gracias a ella. Me cansé de la gente mayor resignada, que le cree a los políticos las payasadas que hablan, contando que cambiarán el mundo, que ayudarán a la clase media, que bajará el desempleo, que la vida será más linda, que habrá más pasto, que las vacas no serán flacas y que Dios bajará a la tierra para comer arrocito con nosotros. Pero siempre es igual, después de unos cuantos meses esas promesas se transforman en plata en su bolsillo y en un pueblo descontento que ya no puede más, que ya no sabe en qué creer, que ya no sabe cómo actuar.