domingo, 21 de agosto de 2011

Quiero un café.

Tengo ganas de tomarme un café contigo y lo mejor de todo es que el café no me gusta, casi no lo tolero, ese olor tan insoportable para mi nariz y tan deseado por tanta gente. Pero quizás sea bueno, para analizarte, observarte, cambiarte. Quizás sea bueno para conocerte más y dejar de esconder detrás de los zapatos lo que realmente soy. Son quince años contigo y aún me cuesta descifrar quién eres, quince años en que aprendo de ti y en que he llorado por tus incomprensibles actos, por tu manera de ser, tan infantil, impulsiva y egoísta, pero a la vez tan preocupada, afectuosa y animada. Quiero tomarme un café contigo, conmigo, quiero un café, porque cuando las cosas no me gustan, reflexiono y pongo una mala cara, pongo una mala cara y me pongo a pensar en mí, en cómo mejorar, para luego volver a pensar que el café es malo y que no he mejorado en nada.